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AAA — 558 = que celebramos los milagros que nos vendéis»,— Respondióle el Monseñor: Pues ha de saber vuesa merced, que de todos esos milagros, que le han parecido tan sólidamente fundados, ninguno ha merecido la gracia de la Sagrada Congregación de Ritos, no porque no sean milagros, sino porque no le han parecido esos suficientemente demostrados, patentes hasta la saciedad.—El hereje calvinista, atónito y espantado á tan inopinada respuesta, confesó sin género de duda, que ningún hombre, á no estar prevenido con ciega y perversa preocupa- ción, podía echar de menos la prudencia y equi- dad de la Silla Romana en la Canonización de los Santos; y añadió que á él nunca le hubiera pasado por el pensamiento que pudiesen emplearse tantos desvelos y diligencias en verificar los milagros. Mofen cuanto quieran los incrédulos y hagan escarnio de los milagros, motejen racionalistas y deistas la excelencia del catolicismo; sus befas y sarcasmos publican á voces que los únicos mila- gros que carcomen sus entrañas son los nuestros, pues no hay en el mundo cosa que les dé tanto martirio. ¡Si tuviesen probabilidad de desmentirlos presentándose á combatirlos ante la Congregación de imbéciles que los aprueba! Ensañándose con nuestros milagros, confiesan paladinamente que la santidad de la Iglesia cató- tólica, cuya flor son los milagros, abate y humilla su desapoderada soberbia. Malicia no humana, si- no diabólica y aun de peor condición, es la del in- erédulo; los mismos demonios con ser portento de malignidad, creen y tiemblan de horror, viendo cuan creíble hacen la verdad de nuestros misterios los espantosos milagros: ¿qué calificativo merece

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