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sacar nuevos argumentos contra el milagro, á ve- ces insuperables. Mientras no se desvanezcan to- das las nubecillas, por leves que sean, no se da por probada la autenticidad del milagro; una sola duda que quede en pie, una sola condición que falte en el interrogatorio, un solo testimonio que flaquee, basta para entorpecer la causa, para di- ficultar el milagro, y aún para declararle por de ninguna estima. A hechos pleiteados con tanta gravedad nin- gún tribunal tendría valor para torcerles el rostro, ningún hombre cuerdo pondría en ellos mancilla y dolo, ¿qué nombre daremos á la osadía de los que los mofan y calumnian? Aquí se verifican cum- plidamente aquellos ambiciosos sueños de los in- crédulos (Volter, Renán) que para total certeza de un milagro han propuesto y exigido que el he- cho asombroso tuviese lugar en presencia de una universidad científica ó de un claustro profesoral. A la letra se les cumple el deseo cuando la Sede Apostólica, requiriendo la intervención y los vo- tos de médicos, sabios, doctores, teólogos y con- sultores acerca de un milagro propuesto, no lo da por valedero mientras no se junten las dos terce- ras partes de sufragios en su favor, no contenta con la sola pluralidad, como en las cosas más gra- ves acontece. La Congregación de Ritos restituye en cierta manera al hecho milagroso el propio ser, cual si de nuevo se efectuase delante de tan soberano concurso. Un proceso de Beatificación ó de Cano- nización es una verificación científica del milagro, que satisface plenamente á las exigencias de la incredulidad,

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