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= 599= yuelven á tocar hasta pasado medio siglo después que falleció el siervo de Dios, sin que pueda tra- tarse ya del asunto en todo ese tiempo, á menos que dé expresa licencia para ello el Soberano Pon- tifice. Terminado el plazo dicho, le toca el turno á la causa, dáse principio «l proceso de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, y á las cardi- nales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza, cuya averiguación se hace con tanto vigor, que si la mayor parte de los asesores no dieren favora- ble voto sobre la heroicidad de cada una de esas virtudes, no pasa adelante la aprobación apostóli- ca. Tres Congregaciones se ocupan en los reparos y dudas que de los testimonios alegados resultan; la antepreparatoria delante del Cardenal Ponente, la preparatoria delante de la Congregación de Ri- tos, la general en presencia del Sumo Pontífice, quien, si consta con unanimidad el grado heróico de virtudes, expide el decreto y absuelve la causa primera. Acabado el proceso de virtudes y decre- tada su heroicidad, pásase al escrutinio de los mi- lagros obrados después de la muerte, pues ya diji- mos que los obrados en vida no sirven. Cuanto al número de los que son menester no hay ley deter- minada. Para la Beatificación bastan dos, y otros dos obrados de nuevo para la Canonización. A ye- ces se exigen tres y hasta cuatro, como en la cau- sa de Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal. Por lo que respecta á los mártires, algunos es- critores negaron que fueran menester milagros, pareciéndoles que el martirio es harta prueba de santidad. Pero debe defenderse la afirmativa y es práctica usada en la Iglesia de muy antiguo. Si olenamente resultan averiguadas las cualidades I g e 0
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