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a subsecretario y substituto; concurren un protono- tario apostólico, el promotor fiscal, el sacristán de Su Santidad, tres auditores de la Rota, el Maestro del Sacro Palacio, los maestros de ceremonias apostólicas): el segundo cuerpo se compone de con- sultores escogidos por lo común entre las Ordenes religiosas. El claustro pleno de la Congregación comprende un total imponente de asesores, dignos de sumo respeto. Pero lo que caracteriza esta Con- gregación es la presencia del Promotor de la fe, abogado general de las causas. Tiene que ser sa- pientísimo para luchar contra todos. Su oficio, res- pecto de las virtudes del que ha de ser beatificado, es censurarlas todas con observaciones contra la santidad; y cuando no les halla censura, pesquisa las intenciones con ánimo de embarazar la prosecu- ción de la causa. Esta polémica da lugar á enojosas consultas, y sobre todo en procesos de larga fecha, ocasiona inmensas dificultades y molestias, pero él cumple rigurosamente con su obligación de con- ciencia. Todo el protestantismo con todos sus doc- tores no sabría hacer tan terrible oposición. Res- pecto de los milagros pone el Promotor fiscal todo conato en esgrimir los filos de su saber y elocuen- cia contra la verdad histórica, filosófica, teológica, del milagro en cuestión. El afán de ventilarla le obliga á producir todos los argumentos en contra, á desmenuzar las razones en pró, á norendirse á las respuestas del contrincante, á despertar por todas las vías dificultades de monta, sin cesar de comba- tir hasta ver deshechas las mas tenues sombras de dudas, hasta que no hay manera posible de negar la evidencia del milagro. De modo que cuando el Promotor (Abogado del diablo porque hace sus ve-
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