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— « 00 = de milagros. Así lo han declarado los Romanos Pontífices expresamente en sus Bulas y Constitu- ciones. Ni bastan milagros sin virtudes heróicas, ni bastan virtudes extraordinarias sin milagros. No bastan milagros solos; porque aún los malos pueden hacerlos con sola la fe, y como que sola la fe no basta para la santidad, resulta que para honrar á uno canónicamente con título de santo, debe preceder excelencia de virtudes; y el oficio de los milagros es acreditar esas virtudes con se- guro testimonio. De aquí es, que tampoco es su- ficiente santidad de vida sin milagros; no porque éstos hagan santo, sino porque manifiestan que Dios pretende sea aquel varón venerado pública- mente en la Iglesia. Y ninguna señal hay más conveniente para distinguir la verdadera santidad de vida y la particular voluntad de Dios, que el milagro. Los santos son admirables por las virtudes ma- cizas, perfectas, heróicas, y por los milagros pós- tumos que las acreditan. No quiere Dios que todos hagan milagros, y tenemos en el cielo santos más grandes que muchos canonizados y expuestos á la veneración pública. ¿sto no obstante, la Iglesia no concederá culto de canonización sino á quien Dios se lo indique con milagros. Santa Catalina de Sena, al oir á Jesu- cristo, quería imprimir en ella sus divinas llagas como en Francisco de Asis, la santa rogó encare- cidamente que nadie lo supiese ni las viese por mas que las aceptaría para su sufrimiento. Y así se le concedió. Muchos siervos de Dios rogaron llevar una vida completamente escondida en Cris- to sin que se manifestase ni aún en muerte; y se

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