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| ! ' 4 MN Ñ I — 496— ¡Bendito sea Dios, que ha sacado de los males bienes, que ha permitido esas persecuciones que tanto han engrandecido á su Iglesia! ¡Bendigamos á Dios, porque la persecución de los emperadores paganos, regando con la sangre de dieciocho mi- llones de mártires el campo vasto del imperio ro- mano, hizo fructificar la semilla del Evangelio, sembrada por los Apóstoles! ¡Bendigamos á Dios, porque la persecución de las herejías y de los cis- mas afirmó á los fieles en la fe y fué causa de que se consolidaran en los Concilios los dogmas funda- mentales del Cristianismo! ¡Bendigamos á Dios, porque la persecución de los emperadores de Ale- mania dió lugar á que se corrigieran muchos abu- sos, y á que la Santa Sede recobrara las impor- tantísimas prerrogativas que le habían sido usurpa- das! ¡Bendigamos á Dios, porque el protestantismo desenmascaró á muchos enemigos ocultos y motivó el gloriosísimo y celebérrimo Concilio Tridentino, donde la Iglesia condenó las nuevas herejías, co- rrigió muchos y sensibles abusos, y dió al mundo una prueba más de su unidad inquebrantable! Bendigamos á Dios, que ha permitido la Revolu- ción para enseñanza y castigo de los pueblos, y para excitar y enardecer la fe y la piedad de los fieles que se iban debilitando y extinguiendo! ¡Ben- digamos á Dios, que al permitir las persecuciones todas ha sostenido á su Iglesia con el brazo de su misericordia, y ha castigado á sus enemigos con la espada de su justicia.
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