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"a A non voglio morir al Quirinale. Llevadme de aquí; no quiero morir en el Quirinal. » ¡Oh! ¡qué espantoso le parecía ir al tribunal de Dios desde el solio de los Papas! Sin embargo, en el Quirinal murió; donde menos quería morir. Pocos días antes le había precedido al tribunal de Dios el general La Mármora que le había abierto las puertas de aquel palacio descerrajándo- las. Cuando Pío IX tuvo noticia de la gravedad, le envió por tres veces un confesor, y las tres fué re- chazado por los médicos sin poderle confesar. Des- pués se dijo que ya antes se había confesado. No es muy cierto esto. Lo que no consta por ninguna parte es la retractación y la restitución que de- bían preceder ó seguir á la confesión. Cuando el carcelero del Papa entregó en herencia á su hijo Humberto las llaves de la cárcel, alguien escribió: que aprenda Humberto de la lección de su padre. Humberto no aprendió. Fué el carcelero de León XIII, y muy reciente está todavía que murió asesinado, el año 1900. Al actual rey del Piamonte, Víctor Manuel, que ha recibido en herencia la misma llave que encar- cela á Pío X, le decimos que aprenda de su padre y de su abuelo, pues el trono que ocupa no es el suyo, y lo retiene con protesta de su legitimo due- ño y con la maldición de Dios. JOSÉ GARIBALDI, ILUSTRE IMPÍO. Como ha dicho recientemente y en ocasión so- Jemne un argentino, difícilmente el historiador im- parcial encontrará nada heróico en la historia de este revolucionario, á quien las logias y todos los enemigos de la Iglesia han admirado, aplaudido, y glorificado.

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