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= 486= de los enemigos todos de la Iglesia y del Ponti- ficado? Víctor Manuel, apenas recogió la corona que su padre dejó abandonada en los campos de No- vara, continuó la funesta potítica de su antecesor. Desde los primeros años de su reinado sus gobier- nos ejercieron ya toda clase de violencias contra las libertades y derechos de la Iglesia, abusando de la debilidad del Monarca, sometido á las as- piraciones de los Cavour y los Ratazzi. Cosas y personas eclesiásticas fueron muchas veces ultra- jadas en el desventurado pais destinado á ser el sacrílego expoliador del Papa. Con cuánta razón escribía lo siguiente en 1858 uno de los más dis- tinguidos publicistas de Italia: «El Piamonte, el Piamonte oficial sobre todo, puede vanagloriarse; ¡triste vanagloria! de haber afligido al Soberano Pontífice más que ningún otro Estado. Le ha afli- gido violando las inmunidades de la Iglesia, ex- pulsando los Jesuítas en nombre de la libertad, aprisionando á los Prelados y arrojándolos de sus sillas, negándoles el pago de lo que les debía, fal- tando á la fe de los Concordatos, secularizando la enseñanza, incautándose de los bienes eclesiásticos, oponiendo obstáculos á la predicación evangélica, encerrando en las cárceles á predicadores y pá- rrocos inocentes, atentando á los derechos de la Iglesia, relativamente al sacramento del matrimo- nio, y suprimiendo las comunidades religiosas des- pués de invadir de noche los conventos y disper- sar á los regulares de ambos sexos.» El gobierno de Víctor Manuel continuó su obra de robar Estados, y Pio IX lanzó excomunión con- tra él á 26 de marzo de 1860,

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