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o O = 49= NAPOLEÓN III, EMPERADOR DE FRANCIA. La indignidad, la vileza, la hipocresía, la per- secución á la Iglesia y el título que á sí mismo se daba de protector, todo cabía á la vez en este hom- bre despreciable. Abandonado de Dios en el mismo día en que retirando su guarnición de Roma abandonaba al Papa, fué él en un mismo día vencido, prisionero y destronado por el rey de Prusia, precisamente cuando se disponía á ir á Berlin, y se lisonjeaba de entrar triunfante. Castigo visible de la Providen- cia. La caida de su tío no fué tan vergonzosa ni aún después de Waterlóo. El 9 de enero de 1873, el que había sido empe- rador de la nación más poderosa del siglo XIX, y árbitro de los destinos de Europa y del mundo, fa- lleció en su retiro de Chislehurst (Inglaterra), lejos de su patria y del trono que había usurpado para si y pretendía perpetuar en su familia. URBANO RATAZZ1I, MINISTRO DE VíCTOR MANUEL, USURPADOR DE ROMA. He aquí la biografía de este célebre revolucio- nario, hecha á grandes rasgos por el Padre Santo, Pío IX, en el discurso dirigido al Colegio de Car- denales el 21 de junio de 1873, en el cual, lamen- tándose de los atentados que se cometían en Roma, dijo: «¿No fué acaso un insulto contra la religión ese paseo fúnebre para honrar á un hombre (Ratazzi) que nació católico, pero que ha muerto como incré- dulo, privado de todo auxilio religioso? Los peores periódicos se han regocijado con es- ta muerte, y unánimemente han exclamado: «Mu- rió como vivió.» Harto cierto es esto, por desgra-

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