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nado del Terror, y quién no odia en Robespierre al acabado conjunto de todos los vicios, de la más sa- tánica impiedad y de la crueldad más refinada? Robespierre, después de asolar la Francia, ebrio de ambición y de sangre, había resuelto acabar con todos sus émulos y rivales; pero éstos se unieron entonces contra el peligro común, y cuando el 27 de julio de 1794 subió á la tribuna para pedir el sacrificio de seis víctimas, su voz fué ahogada por un grito unánime de ¡Abajo el tirano! Al saberse que de ese modo tan inesperedo ha- bia sido condenado á la guillotina el tirano, una multitud inmensa recorría las calles; y millares de familias que se consideraban ya como víctimas, al oir esta gran noticia salieron de sus escondites, y aún podría decirse que de sus sepulcros. La agonía de Robespierre fué espantosa por las imprecaciones que exhalaban contra él todas las bocas cuando era conducido en carreta al suplicio. Su reinado, que por la multitud y enormidad de sus crímenes, pareció había durado un siglo, apenas fué de diez y ocho meses. Después de haber sido el asesino de la gente honrada, el tirano de su patria, el verdugo de sus rivales, el azote de sus cómpli- ces, reo de apostasía y de regicidio y monstruo de impiedad, para coronar tanta infamia sólo le falta- ba llegar al suicidio, y el malvado lo intentó; y por su voluntad, su muerte digna de su vida, hubiera sido el último de sus crímenes, Sobre su maldito sepulcro se puso el siguiente epitafio: PASAD; NO LLORÉIS SU SUERTE: SI VIVIERA SUFRIRÍAIS LA MUERTE. La estadística de las víctimas del Terror, según ki

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