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AA res A = 466 = vulgaban por París el horrible espectáculo que les daba en su fin». Un periódico de Colonia declara más en particular estos horribles excesos á que Volter se entrega en su última desesperación. «Se afirma que el infeliz, sintiendo ya en su espíritu y en su cuerpo la mano del numen airado que había blasfemado cerca de un siglo, clamaba diciendo que moría abandonado de Dios y de los hombres; añadiendo que entre los trasportes de su rabia y despecho, se abalanzaba al vaso de sus excremen- tos y se los comía con horrible desatino». «Sigue el espantoso drama, decía otro periódi- co de Niza, el moribundo se retuerce en su lecho y se despedaza con sus propias uñas. Al aproximar- se el momento fatal, un nuevo acceso de desespe- ración se apodera del alma de Voltaire». «Yo sien- to, dice, que una mano me arrebata al tribunal de Dios». «Manda llamar al Abate Gaultier, pero sus sectarios discípulos que rodean su cama le despre- cian, impiden que los últimos suspiros de su pa- triarca sean recibidos por un sacerdote y se des- honre así la obra de la filosofía. Volter, dando des- pués miradas horribles en torno de su lecho, con- tinúa: ¡He aquí al diablo, que ya se apodera de mí; yo lo veo... yo veo... yo veo el infierno!... ¡Fa- vorecedme!...» En fin, él mismo se condena á ese festín que su ignorancia y pasión contra la Biblia le habían he- cho ver en la profecía de Ezequiel, y entonces, sin burlarse, incitado por una sed abrasadora, lle- vó á la boca su vaso de noche, y vació su conteni- do. Dió un último grito y expiró en medio de sus propias inmundicias y de la sangre corrompida que le salió de boca y narices». Ahí lo tienen los
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