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ENEE € A AA —= ee no —————— E A «ore: DR A E RRE AR A = 386 = dos los hombres, á la condición del esclavo; el su- blime principio «dad al César lo que es del César» base del Derecho público cristiano, al poder de aquellos autócratas que se hacían obedecer como tiranos y adorar como dioses; y una moral severa, hija del amor á Dios y del amor al prójimo, á unas costumbres sometidas únicamente á la rectitud de la razón individual, sin el temor y sin la esperan- za de un Dios vengador y misericordioso. El mundo no ha presenciado revolución tan grande ni lucha tan gigantesca como la que sos- tuvo entonces el infierno contra la Iglesia y contra la doctrina de Aquel cuyo nacimiento saludaron los Angeles, repitiendo «Gloria á Dios en las altu- ras y en la tierra paz á los hombres de buena yo- luntad». La lucha comenzó desde el nacimiento del Re- dentor, contra cuya vida y misión levantóse aira- do Herodes Ascalonita, principe violento y cruel, á quien el Senado romano había erigido en Rey de los romanos, á pesar de ser idumeo. La ambición y crueldad, unidas á una inquieta desconfianza, eran las pasiones que le dominaban; tanto que, como Nerón, hizo matar á su abuelo Hircano, á su cuñado Aristóbulo, sumo sacerdote, á Marianne, su mujer, á Alejandra, su suegra, y aún á sus propios hijos. Tal era el Principe en cuyos estados acababa de nacer el Redentor del mundo. Luego de nacido el Mesías, anunció Dios la bueva nueva á los Reyes Magos por medio de una estrella, que les sirvió de guía para que fuesen á adorarle. Apenas llegaron los Magos á Jerusalén, comen-

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