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venciendo el parecer de los franceses que errónea- mente la defendian guiados por el sapientísimo Gersan, canciller de París. En la sesión cuarta proclamaron que el Conci- lio ecuménico tiene una autoridad propia, recibida de Jesucristo, superior á la de cualquier persona aún la del Papa en lo respectivo á la fe y á la ex- tirpación del cisma. En la sesión quinta, '6 de abril, se sostuvo for- malmente que el Papa debía obedecer al Concilio en materia de fe, extirpación del cisma y reforma de costumbres. ¡A donde van los talentos sin la asistencia del Espíritu Santo! Aquellos sapientísimos Padres, llenos de la más santa intención, se hacian cismáticos por extirpar el cisma, y socavaban las bases sobre las cuales quiso Jesucristo asentar inconmovible su Iglesia. En 29 de mayo, el Concilio sentenció á deposición al Papa Juan XXIII. Este recibió con resignación ejemplar el golpe que había querido evitar hu- yendo, y de buena voluntad renunció el pontifica- do. En la sesión 14, 4 de julio, abdicó el antipa- pa Gregorio por medio del Príncipe Rimini. Pedro de Luna, al verse él solo con el nombre de Papa se aferró más si cabe, pero el Rey de Aragón y los prelados, precediendo un sermón de $. : Vicente Ferrer, convinieron en abandonarle. En la sesión 37 fué depuesto el antipapa Benito, y declarados libres de la obediencia á él todos los españoles. Luego fué elegido canónicamente y por unanimidad, obteniendo todos los votos de france- ses, italianos, alemanes é ingleses, el Cardenal Utón Colona, que tomó el nombre de Martín V, y
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