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viembre de 1414. A los dos meses llegaron Lega- dos del antipapa Gregorio anunciando que éste re- conocía la asamblea por Concilio ecuménico, pero no como convocado por Juan Cossa (Juan X XIII) en quien no podía reconocer facultades, y que es- taba pronto á ceder el pontificado si así se acorda- se. Pedro de Luna, antipapa Benito, erre que erre y firme en sus trece de no reconocer más pontifica- do que el suyo, sólo envió Legados para decir que él en persona quería tener una conferencia en Ni- za con el emperador Segismundo y el Rey de Ara- gón. No se le hizo caso. Como eran tantos los que tenían voto, se resol- vió hacerlo por naciones, dividiéndose en ita- lianos, franceses, alemanes é ingleses; no había españoles porque seguían en la obediencia de Luna. Después de varias deliberaciones, en la sesión segunda celebrada á 2 de marzo de 1415, el Papa Juan XXUII, allí presente, prometió «ceder pura y »simplemente el pontificado y cumplir con esta »oferta según la deliberación del Concilio luego »que los dos antipapas renunciasen sus pretendidos »flerechos», pero poco después huyó disfrazado de Constanza por temor de que se le hiciese alguna fuerza. Entonces sobrevinieron las más grandes confusiones. En la sesión tercera, 25 de marzo, se acordó que el Concilio convocado legítimamente nose había disuelto por retirada del Papa, ni po- día disolverse antes de la entera extirpación del cisma y de la reforma de la Iglesia en la cabeza y en los miembros. Esta idea falsa en absoluto, pues no puede haber Concilio sin autorización del Papa, fué discutida calurosamente en las conferencias,
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