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No había de faltar la sanción de la más alta autoridad de la tierra. El Papa del Rosario, León XIII, profesaba á esta imagen particular de- voción, rezaba diariamente ante ella el Rosario, la enriquecía con los mayores privilegios, no perdía ocasión de encomendar á los fieles que acudiesen á Pompeya, puso la Basílica bajo su inmediata de- pendencia, designando por representante suyo á un cardenal, y la declaró (hecho único en la histo- ria) parroquia del Orbe católico, y todos los años multiplicó Breves y Rescriptos en favor de la mi- lagrosa imagen, declarando varias veces que una de sus más grandes penas era no poder ir personal- mente á Pompeya. En el año 1884, escribió para la Virgen este autógrafo: «He puesto en tí, Señora, toda mi esperanza: no seré confundido jamás.» LAS NOVENAS En el mes de julio del año 1879, el abogado Bartolomé Longo, consumido por ileo-tifo, accedió á las numerosas súplicas de componer una fórmula de plegaria para Ntra. Sra. de Pompeya, dictando como su último testamento, ya que él había sido elegido por la Virgen de un modo tan providen- cial, una Novena para alcanzar de la Virgen las gracias en los casos más desesperados; y cuando la enfermedad se lo. permitía, casi sin fuerzas, se arrastraba hasta llegar á la capilla provisional, y ante la imagen taumaturga iba haciendo su traba- jobañándolo con las lágrimas que brotaban de sus ojos. El 15 de agosto, día en que en nombre del Papa León XIII, fué colocada sobre la sagrada cabeza de la Virgen la riquísima corona de oro y piedras

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