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apariciones á varias personas de diferente condi- ción y en distintas regiones, particularmente á en- fermos desahuciados que recobraron la salud re- pentinamente, gracias extraordinarias repetidas con frecuencia asombrosa, aún en los casos más desesperados, conversiones de empedernidos peca- dores alcanzadas por su intercesión, hicieron en muy corto tiempo de esta imagen una de las más célebres y veneradas del orbe católico. Los fieles de todas partes del mundo acudieron á invocarla, enviando, por gratitud de gracias recibidas, va- liosas limosnas, lo que facilitó al señor Longo el poder reemplazar la capilla provisoria por una ri- quísima basílica. Rodeando la hermosa Iglesia surge de las rui- nas de la pagana Pompeya, la Pompeya cristiana, sembrada de numerosas obras de beneficencia, entre las cuales sobresalen los grandiosos edificios asilos para huérfanos y para hijos de criminales. El mundo entero quiso conocer tantos portentos como de Pompeya se referían. De ahí las peregri- naciones, las súplicas, y las 246 ediciones de la historia y novenas traducidas en 26 idiomas, al- canzando el número á varios millones de ejem- plares. mana, algo que encanta, subyuga y conmueve á la yez; en una palabra, algo de sobrenatural. Esta es también la opi- nión de muchos sabios, y sobre todo, de los pintores, que copiando el cuadro, hallan imposible imitar aquel rostro di- vino. Y ¡cosa notable! enorme es la diferencia que existe entre el cuadro y sus fotografías. Todo resulta muy bien reproducido, pero el rostro de la Virgen, aún en las foto- grafías más perfectas, en nada se parece al original. Este es un hecho público, y de que cada cual puede cerciorarse por sí mismo.

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