BCCPAM000R14-3-06000000000000

= 0 = En el primer año de este pontificado, 1823, na- ció en Buenos Aires Fray Ventura Martínez, domi- nico, el orador extraordinario que ha atraído á4 sus sermones en la República Argentina mayores concursos, dice S. Estrada No se encuentra en sus obras la ciencia de Bossuet, ni la elevación de Masillón, ni la erudición de Ráulica, ni la filoso- fía de Félix, ni el vuelo prodigioso de su hermano en Orden el P. Lacordaire. La fe movía la lengua de Fray Ventura, y él hablaba como cantan las aves del cielo. En alas de esa fe, el Padre Martí- nez se remontaba al cielo de la inspiración y arre- bataba á su auditorio. Algunas noches, en las no- ches de cuaresma, resplandecía el púlpito en me- dio de las sombras del templo. De pronto, en el centro de aquel círculo de oro, aparecía como evo- cada la blanca figura del dominico argentino. Al- gunos volvían involuntariamente los ojos al inme- diato altar de S. Vicente Ferrer para averiguar si la estátua se mantenía en el pedestal... Parecía que el verdadero Vicente había aparecido en el púlpito, y que iba á hacer sonar la trompeta del juicio sobre las cabezas de los circunstantes, do- minados por la actitud del buen fraile. Tan ilustre, tan famoso en el púlpito y tan san- to como este argentino, fué su compatriota el sa- pientisimo Padre Mamerto Esquin, Obispo de Cór- doba, nacido en 1826. A los cinco años de edad le vistió su piadosa madre el hábito de S. Francisco, á los seis años sabía leer y escribir, á los nueve años empezó latinidad, á los diez entró en el con- vento, profesó á los 16, y á los 17 había concluido la Teología. 258. Pio VIII, de Cingoli, Macerata, Carde-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz