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e E A A a O A A A e € A A A AAA o = 316= cordia; el P. Calasanz ante toda la augusta asam- blea las probó una por una de la más pura orto- doxia. Inmediatamente se dió al P. Garicoits el título de Venerable y se introdujo la causa de su beati- ficación. Este venerable tiene una de las vidas más emi- nentemente prácticas, sobre todo para los sacer- dotes en su ministerio santo. El quería ir á donde otros misioneros no quisiesen. Se alegraba del bien como si fuese hecho por él. Los padres de su Con- gregación residentes en Buenos Aires le escribie- ron que Monseñor Jacinto Vera les llamaba para una fundación en Montevideo, pero que se hablaba también de que volvían á esa Ciudad los Padres Jesuitas. Y les contestó así su parecer: Si los Pa- dres Jesuítas van allí, tanto mejor, cédanles el puesto. A su muerte, acaecida en Betharram el 14 de cenas y auxiliar los moribundos; vivir en el confesonario y dormir junto al zaguán en una pieza donde pudiese oir cuan- dó lel amasen á media noche para un enfermo, sin despertar al portero, sacar la cabeza por la ventana para contestar y salir en el acto, —invierno ó verano. —sin miedo á la oscuri- dad ó la intemperie; y en esa pieza tenía que vivir 30 años y en ella morir. Tenía que velar y madrugar, orar é interceder: ofrecer al alba el sacrificio santo y, al alba, mediodía y noche con- fesar, pedir limosna y dar; fundar y edificar; sufrir y afli- girse; y no obstante vivir tranquilo y en perfecta calma creyendo contra toda esperanza, firme y apercibido contra todo desmayo; como el varón justo y austero, el hombre de fe, que aunque todo el mundo se derrumbe, fía en Dios que- dar intacto, y está cierto que de sus ruinas la Iglesia y su fe saldrán ilesas. Esto tenía que ser, y esto fué el P. Francisco Laphitz.»

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