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cabo. Fué la forma de elección de Soberano Pon. tífice, que está vigente hasta el día, mediante lá cual, sin que nadie sepa nada, puede cada uno de los Cardenales electores dar su voto con entera li. bertad en un asunto de tan trascendentales con- secuencias. Otro hecho glorioso cupo á su ponti- ficado, el cual hará grata su memoria, é inmorta.- lizará su nombre. La Congregación de Propaganda Fide. A decir verdad, el origen de la Propaganda se halla ya en una ordenación de Gregorio XIII, que encargó á cierto número de Cardenales la dirección de las misiones de Oriente, y hacer catecismos en todas las lenguas. Sin embargo, ni la institución estaba fundada sólidamente, ni unida, ni provista de los medios necesarios, ni era sino muy local y reducida de- biendo ser vastísima, universal. Entonces, bajo el pontificado de Gregorio XV, florecía en Roma un gran predicador capuchino, Jerónimo de Narni, que mereció por la santidad de su vida la venera- ción general y la reputación de santo. Este desplegó en el púlpito tal grandeza de pensamientos, tal pureza en expresarlos, y tal majestad en exponerlos, que arrebataba al audito- rio. (1) El sapientísimo Jesuita, Cardenal Belar- mino, volviendo un día de oir uno de sus sermones (1) A la Orden Capuchina designaron los Pontífices para que sucesivamente presente un Padre que predique al Papa y los Cardenales. Después de siglos sigue este lhionor en la Orden, El Papa cierra los labios al predicador presentado por el General de la Orden, dando á entender que no hay mnes- tro ante él, Y cuando el Soberano Pontifice asiste 4 Jos'ser-
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