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o o = 209 “= el triunfo. Ufanos con la jornada que se prometian levaron anclas y se formaron en batalla, dando 4 su flota, según sus costumbres, la forma de una media luna. Los cristianos, por el contrario, forma- ron en figura de cruz. La dos armadas se disponían ya á embestirse; la suerte de Europa dependia de aquella batalla de eterno recuerdo. Dada la señal de ataque, to- dos los cristianos se ponen de rodillas, cuelgan á sus cuellos los rosarios, y D. Juan de Austria enar- bola sobre el buque almirante la bandera que ha- bía recibido del Papa. Apenas se descubrieron las imágenes de Jesús y María, toda la armada la sa- ludó con fervorosas aclamaciones de júbilo y ale- gría. La bandera bendita recibió al mismo tiempo la primera descarga de la artillería turca, pero sin que la tocase ningún proyectil en toda la jornada. Si esto se exceptúa, todo lo demás era favorable á los turcos; hasta el viento estaba de su parte. No por eso se desanimaron los cristianos, que, ento- nando el salmo de las batallas santas, desafiaban sin ningún temor á la muerte, batiéndose. como héroes. Después de tres horas de encarnizado combate, observan los cristianos que los turcos empiezan á cejar. Animados de nueva confianza en la protec- ción de la Madre de Dios, cuyos rosarios llevaban al cuello, se lanzan sobre la capitana turca y la abordan, matan á Alí-Bajá y arrancan su estan- darte. Desde aquel momento los turcos no resis- ten ya. Treinta mil turcos, entre muertos y heridos; cinco mil prisioneros, incluso los dos hijos de Alí- Bajá; ciento treinta galeras apresadas, y más de

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