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IF to S Il SIGLO XHI Después de diez siglos de cismas, viene sin cis- ma ninguno el siglo del hijo amantísimo del Papa y de la Iglesia, el siglo de S. Francisco de Asís, de! Patriarca de la Inmaculada, que ya en este si- mandaba sus huestes personalmente, y procuró entorpecer la marcha de los cristianos; pero éstos, batida la vanguar- dia enemiga, se apoderaron de la elevada planicie de las Navas de Tolosa, en Sierra Morena. Acampadas allí las tro- pas, D. Alfonso dió orden para que aquella misma noche tratasen todos de purificar sus almas por medio del sacra- mento de la confesión, El ejército mahometano se componía de trescientos mil soldados, y ciento sesenta mil voluntarios; siendo el nues- tro como una cuarta parte del enemigo. Los moros cerraron con cadenas de hierro la parte de los reales en que armaron la tienda real, y pusieron por guardias los más fuertes y es- clarecidos en linaje y hazañas. Alfonso y Mahomad aren- garon á sus tropas; los Obispos recorrían nuestras filas. Por unay otra parte se comenzó la pelea con grande ánimo y coraje. La victoria, por largo espacio, estuvo dudosa de am- bas partes; pelenban todos conforme al peligro, con grande esfuerzo. La vista de los capitanes y su presencia no sufría que la cobardía ni el valor se ocultasen, y encendía á todos á pelear. Hubo un momento terrible, la victoria parecía de- clararse por parte de los moros, nuestros escuadrones ceden como en retirada. Alfonso, humillado, quiere lanzarse al co- razón del peligro y es detenido por el Arzobispo D. Rodrigo para que no cometa una imprudencia que puede comprome- ter el éxito. D. Sancho, rey de Navarra ataca con todo su brío á la misma tienda real rompiendo con sus navarros las cadenas que le cercan, y después de un encuentro indescriptible en- tre valientes poseídos de su bravura, la batalla toma otro aspecto, se reaniman los nuestros y la victoria se declara á nuestro fayor. Perecieron en aquella batalla doscientos mil
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