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= 24)= por sus poderosos parientes, y se llamó Anacleto IT. Papa y Antipapa escribieron Bulas á los Soberanos, y casi todos reconocieron la legitimidad de Inocen- cio. Sólo uno contestó al Antipapa. A Luis, Rey de Francia, que mostraba algún escrúpulo para reco- nocer á Inocencio, le escribió el Abad de Claraval, S. Bernardo, diciéndole: «Principe, pensad en res- ponder á Dios de los demás pecados, que de este respondo yo». El cisma con todos sus horrores y escándalos duró ocho años. Pedro de León, enfermo y después de tres días de grandes sufrimientos, murió impe- nitente y desesperado. No acabó el cisma, porque fué nombrado para suceder al Antipapa el Carde- nal Gregorio, que se llamó Victor III. El Papa Inocencio convocó un Concilio en Ro- ma, el segundo de Letrán, al cual concurrieron mil Obispos y otros tantos abades con objeto de ex- tinguir completamente el último cisma y quitar los escandalosos abusos introducidos á su sombra. El celo de S. Bernardo no sólo consiguió que los po- derosos parientes de Pedro León reconociesen al verdadero Pontífice, sino que el mismo Antipapa se humillase y pidiese la bendición apostólica. 168. Celestino II, toscano, Guido de Castello, Cardenal Pbro., creado el 24 de septiembre del año 1145, gobernó cinco meses y 13 días; murió el 9 de marzo del año 1144. No vacó la Sede. En este pon- tificado empezaron los vaticinios respecto á los su- cesores de S. Pedro en el Papado. Tales profecías se atribuyen al Obispo de Downe, S. Malaquias, irlandés, que empezó con la de Celestino II, y se extendió hasta el último Papa que habrá en el fin del mundo: Dicen algunos que la tal profecía es N Ñ pan ' ' ' i y ¡ 4 Y E! ] 4

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