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= A CISMA V Entre Símaco, Papa, y Lorenzo Celio, que fué condenado en un Concilio romano. En el mismo día de la elección de Símaco llegó de Constantino- pla el patricio Festo, para rogar al Papa aceptase el Henóticon ó Edicto que el Emperador Zenón pu- blicó en 482 para reconciliar á los católicos con los herejes eutiquianos. Viendo Festo que el elegido no lo había de aprobar, hizo elegir Papa al arci- preste Lorenzo, quien prometió aprobarlo todo. Símaco, fiando en Dios por la justicia de su causa, para poner término á los disturbios del cisma, con- vino en someter el asunto á Teodorico, rey de Es- paña. Este, oyendo á los Obispos católicos y á los lorencistas, falló á favor de Símaco. Mas la corte de Constantinopla, que deseaba tener un partido en Roma, levantó pocos años des- pués al Antipapa Lorenzo, acusando ante Teodori- co al Papa Símaco, como hombre de horibles crí- menes. El rey, sin más consejo, y extralimitándo- se, aceptó el papel de juez y comisionó á Pedro, Obispo de Altino, para hacer una información. Este trastorno de los Cánones escandalizó á los católi- cos, que jamás habían visto cosa parecida, y mu- chos Obispos protestaron en favor de la suprema- cía pontificia. Los de las Galias, en una carta re- dactada por el docto S. Avito de Viena, decían: «El que está al frente del rebaño del Señor dará cuenta del modo con que lo dirige; pero al Sobera- no Juez y no al rebaño toca pedir esta cuenta al Pastor».

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