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na tras celajes de niebla, para regalar- nos luego con un dia esplendoroso en el que el otofio habia dorado ya las hojas dé los arholes. Misa intima en la pequefia capilla. Homilia del P. German, en la que jgenio y figura! aprovecho para refutar algunas frases pretendidamente histéricas. Re- cuerdo de los ausentes y de los muertos. jDios mio, somos una promoci6n diez- mada!... Arbide, Sarasa, Otamendi, Telle- chea, Oquifiena y Pérez Enciso se nos han ido para siempre... Visita por el Colegio, morosamente, paladeando, con sentido tactil, cada rin- con, cada objeto... aqui dormia yo..., és- te era mi pupitre... zTe acuerdas cuan- do...? En la visita a la enfermeria pudi- mos ver a los Padres Victoriano y Ber- nardo. No nos dejaron ver al Padre Ro- que. Como un viejo leén herido se ocul- t6 pudorosamente. Uno se resiste a creer que el tiempo haya podido socavar su vigorosa naturaleza. Nuestros conoci- mientos de inglés y la conservacion de nuestras cabelleras sin duda lo debemos a sus vigorosos y reiterados «masajes capilares». En la comida me tocd, nada menos, que sentarme a la diestra del Padre... Rector. Charlamos mucho. jCémo ha cambiado la mentalidad rectora del Cole- gio!... Dejan fumar, se habla durante las comidas, se sale los domuingos... jPor los manes del P. Llevanefas, dénde vamos a parar con tanto «aggiornamento»! jCuidado, Padre Rector, por menos que eso quemaron a Savonarola!... Celebro la «apertura». Este criterio unido a la estructura del nuevo Colegio —el ambiente también impone sus nor- mas— puede dar magnificus resultados. Creo ver en ambas arquitecturas el sim- bolo de dos épocas y dos conceptos pe- dagégicos. El P. lidefonso —alma y motor de es- tos encuentros— no pudo acompajiar- nos. Estaba en la clinica de San Sebas- tian convaleciendo de su reciente opera- cién de la cabeza. Fui a visitarle al dia siguiente. Con su aspecto ascético y el turbante de vendas blancas que le ha- bjfan colocado parecia un fakir hindu. Mientras charlabamos crei atisbar la ta- bla de clavos bajo las sabanas de su Ca- ma. . Pero no quiero terminar estas desla- bazadas lineas dejando en el tintero una «historiya» de aquella época, en la que andaba yo dedicado con tenaz ahinco a hacer méritos para encabezar con indis- cutible merecimiento, el «Cuadro de Des- honor» del Colegio. Entonces —como su- pongo sucederaé ahora— todos los afos nos haciamos una foto de todo el Cole- gio y otra de cada seccién. Pues bien, en el afio de gracia de 1942, cuando ata- viados con el «traje de los domingos» po- sabamos para la consabida foto, se me ocurriéd la payasada que refleja la foto adjunta. Figurense la consternacién del pobre «Fr. Chopo» (siento no recordar su nombre, pero le llamabamos asi por su prolongada estatura) cuando reveldé la placa y comprobo el desaguisado. Rapi- damente paso el «tanto de culpa» a Ja ju- risdicci6n competente y el bueno del sherif descarg6 sobre mi todas las iras de Jupiter tonante. No recuerdo todos los castigos que me impuso —que fueron copiosos y du- ros— pero si me acuerdo que me infirié uno refinaao y tremendo, que ya tenia precedentes en la antigiiedad helénica cuando aguel esclavo incendié y destru- yo el templo de Artemisa en Efeso: me condené al OSTRACISMO. La foto volvid a repetirse, pero no me dej6é participar en ella y mi faz se perdié para la pos- teridad. No sé como logré hacerme con la «copia maldita», que le envio con el rue- go de su devolucién, pues es el recuer- do que tengo de mis compafieros. 5 Quisiera aprovechar la ocasi6n para hacer una sugerencia a todos los com- pafieros de mi curso. ,No podiamos reu- nirnos todos el préximo afi, fijando una fecha con la suficiente antelacién? Me he quedado con muchas ganas de ver a los que faltaban. Y basta por hoy, pues esta carta se ha prolongado demasiado. Reitero mi agradecimiento a todos los Padres por la acogida que nos dispensaron. Un fuerte abrazo envuelto en el recuerdo del buen dia que pasamos. JESUS MARTINEZ FLAMARIQUE { )

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