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VIETNAM UN EX COLEGIAL EN LA BATALLA DE HUE EL P. JULIAN ELIZALDE, PRISIONERO DE LOS COMUNISTAS, RELATA SUS ANGUSTIAS El P. Julian Elizalde (49), es un simpético elizondarra que lleva fecundos afios de apostolado juvenil en el Vietnam. Ya antes nos habia contado, en esta misma revista, las exéticas ceremonias na- videfias. Hoy, en medio del fuego de una batalla cruel e inexpli- cable, cuenta a sus familiares sus angustiosas peripecias. «..El 30 de enero celebrabamos la fiesta del TET, nuevo afio lunar. El 31 por la mafiana, a las 3'50 el primer rocket es- tallaba con una fuerza nunca conocida en Hue. Y otro y otro... A la hora, los estallidos cesaron y les sucedi6 un tiroteo encar- nizado por todas partes... Pronto vimos que la situaciOn era seria. Dos jeeps pararon debajo de nuestra ventana y sus OCU- pantes nos hicieron pensar en los vietcones. Asi se lo dije al P. Superior que no acababa de creerlo. A los pocos minutos ra- fagas de ametralladora y tres vietcones, con ramas de arbol atadas a la espalda, cruzaron la calle. Hasta las cinco de la tarde no llegaron los tanques americanos, que entraron a lim- pio cahonazo. Mas tarde supimos que venian a rescatar a un alto funcionario americano y a los dos Padres jesuitas. Pero no nos atrevimos a abrir la ventana sabiendo que nos rodeaban los vietcones escondidos. Se volvieron dejandonos en manos de los comunistas... La noche la pasamos en la cama, pues aun- que los cuartos estaban mal protegidos, el suefio no sabe lo que es miedo... El dia 1 de febrero fuimos dandonos cuenta de la envergadura del problema al ver a los comunistas merodear tranquilamente por nuestro patio. Instalaban morteros, etc... To- dos vestian uniforme caqui, mochila a la espalda y toda clase de armas (de ordinario automaticas) en la mano... A las po- cas horas, al fuego VC., respondian las bombas americanas... Los dos Padres, acurrucados bajo un colch6én en la cocina, nos confesamos mutuamente esperando que los artilleros america- nos no cometieran fallos... Al dia siguiente la lucha seguia encarnizada y nosotros nos preguntébamos por qué eramos nosotros el centro de ambos fuegos... el dia 3 tuvimos visita. A tiros de fusil entraron los co- munistas en la villa y nos sacaron al aire libre. Pensando que éramos dos americanos disfrazados de curas nos llevaron a su _cuartel general... Nos quisieron poner en la misma habitacion que cinco pobres americanos. Era una ducha diminuta donde apenas cabian ellos... Las cuerdas hacian dafio pero el tono de los interrogatorios era correcto y respetuoso... Una vez conven- cidos de que no éramos americanos sino verdaderos sacerdotes, nos aseguraron que seriamos puestos en libertad... Que no di- jésemos nada de lo que habiamos visto, pues no tenian nada contra la religién ni sus ministros... Con un pasaporte pudimos volver a casa... A partir de ese dia nuestra Casa era una casa «liberada», las puertas debian quedar abiertas y los comunistas cada mafiana la ocupaban... Los dias que siguieron no tuvimos momentos de reposo. Dia y noche nuestro centro fue el campo de batalla encarniza- do en el que a la astucia comunista respondia Ja fuerza colosal americana. Las casas fueron desmorondndose alrededor. La nuestra recibid toda clase de bombas, rdfagas de ametrallado- ra, hasta granadas de gases lacrimdégenos. Y no podiamos de- cir misa siquiera, y apenas si nos atreviamos a asomar la Ca- beza por encima del colchén... Después de una noche infernal, el dia 6, martes, el P. Superior se decidié a salir. La casa era todo escombros... No habia comunistas en el primer piso... Le vi correr y parapetarse detras de un Arbol, pues los buenos americanos estaban tirando contra él. Desde detrds del arbol les grit6 en inglés, y entonces comprendieron que se trataba de amigos. Llegaron los tanques y, bajo su proteccién, salimos todos... La larga agonia de seis dias habia terminado... JULIAN ELIZALDE (49) jesuita.

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