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68 — ¿Los discursos? Pocos y buenos. El del señor presidente, muy sobrio y muy de circunstancias; lo que se ha hecho y lo que se pien- sa hacer. Gustóme sobremanera una observación del señor de Men- dizábal: no nos damos por satisfechos aún, porque somos muy am- biciosos. Eso está bien; aurrerá beti!... Un olvido que no le perdono á nuéstro dignísimo presidente, es el referente á la actuación desco- llante de don Sebastián Urquijo. Este endiablado brujo, ante cuyo “tsésame?” se abren de par en par las cajas de hierro, merecía una so- nora recordación. Ya se la tendrá á su tiempo. El R. P. Superior don Remigio de Pamplona, pronunció un dis- curso que le valió justicieros aplausos; es todo un orador de alto vuelo, y supo presentar admirablemente la obra científica y moral realizada en la persona de sus alumnos. La niña que le siguió en el uso de la palabra, muy discreta y elegante. En cuanto al niño Patricio Jaca, no tengo expresiones bastantes para felicitarlo; eso se lama voz, gesto, donaire, desparpajo; se co- sechó los aplausos más fragorosos de la jornada. Al ver apiñada tanta muchedumbre en el local donde se realizó la velada literaria, ocurrióseme profetizar de que antes de mucho la Euskal Echea contaría con un amplísimo salón de actos públicos. ¿Ensueño?... La nota cristiana, por ser la nota genuina de nuestra raza, no debía faltar, y no faltó, Esta vez los baskos podemos estar, no ya satisfechos, sino aun orgullosos. Su Santidad Pío X en persona se ha dignado bendecir la magna obra de la Euskal Echea. Su pater- nal delicadeza ha ido más allá aun, concediendo por intermedio del Excmo. señor Locatelli, la medalla de la Orden Benéfica, á las dis- tinguidas matronas Feliciana Zabala de Guraya, María Jáuregui de Pradere y Magdalena Otaño de Jaca. Mi opinión personal es que el Santo Padre ha estado en verdad inspirado al tomar semejante determinación; y los aplausos calurosos con que fué recibida la no- ticia, me dan á comprender que todo el: mundo participa de mi opinión, Se ha premiado á tres damas que por sus virtudes privadas cons- tituyen en Buenos Aires un timbre de honor de la raza baskonga- da; por su actuación pública, ' brillan como estrellas de primera magnitud en todos los campos de la caridad. En la sociedad eus- karo-árgentina, esas valiosas significativas condecoraciones serán consideradas como frutos de un exacto criterio de justicia elevada y digna magestad del regio donante. Bien por el Santo Padre! Se Pos
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