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casi todas á las familias reales ó á la más alta nobleza) que se des- tacaron y se hicieron célebres por su cultura, lo más corriente era dejar al bello sexo en la más absoluta ignorancia, creando por causa una enorme superioridad del hombre sobre la mujer, cuyo pa- pel en la sociedad se limitaba exclusivamente á los cuidados del hogar y la familia. Hoy las cosas han cambiado, y no debemos olvidar que la base de la civilización está en la educación de las masas, porque las exi- gencias del futuro, inducirán á cada generación. á crear programas más completos, en relación con el caracter de una sociedad progre- sista, que por las leyes más naturales, debe tender á mejorar y perfeccionarse. Los baskos debemos pretender ir siempre á la van- guardia de este movimiento de cultura, con nuestro clásico grito de ¡¡Aurrera!! LA ENSEÑANZA AGRICOLA EN LOS COLEGIOS DE LA EUSKAL ECHEA.— En los- Institutos de Llavallol, centro de enseñanza dedicados especialmente á la instrucción y formación del caracter del basko- criollo, no podría faltar la enseñanza teórico-práctica de la ciencia agrícola y de sus industrias derivadas, cuya aplicación y perfeccio- namiento en esta hospitalaria tierra ha singularizado particularmente á la noble raza de su abolengo. El basko, como muy bien se recuer- da en el Programa de estudios de la Euskal-Echea, ha sido origina riamente agricultor y á esta su condición agraria debió siempre sus grandes virtudes y su régimen político-social no superado en per- Si 1 lición constan- fección por ningún otro pueblo de la tierra a te de nuestros antepasados no lo constatara, la leyenda heroica de los baskos en la Argentina, abriendo con mano fuerte surcos de civilización y cultura en los campos vírgenes de sus pampas infini- tas, nos demos:raría con hechos elocuentes lo que todos los tiempos fué la aplicación peculiar de los hombres de su raza. Ellos, los bas- kos, según se dice en el mismo programa: “Los mismos nombres que con tanto acierto ha sabido grabar la Comisión Directiva en los frentes de sus pabellones en Euskal-Echea, los de Luro, Pradére, Bercetche, Morea, Logegaray, Graciarena, Larumbe, Arizu, Olaria- ga y otros, están hablando con muda pero soberana elocuencia á sus moradores y á cuantos llegan á visitar estos establecimientos, que no son las ciudades, ni las carreras universitarias, ni los em- pleos públicos, ni las ambiciones sociales ó políticas las que generan en el hombre su propia valía y honradez, sino más bien las rudas la- bores del campo que imponen naturalmente una vida sobria y arre-
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