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tos y las ideas que ge- mecleo esencial de los sentimi somera, el neraron esta institución, verdadera obra de confraternidad vas- oca- ongada en la Argentina. Ta: _ le »rdiciaré la pro congada en la Argentina. ampoco desperdiciare la prop sión que se me presenta, para significar la gratitud de nuestra aso- ci país que nos hospeda tan generosamente, patria m hacia de nuestros hijos y de muchos de nuestros asociados. Así mismo necesito hacerme el heraldo de la Euskal-Echea, y ofrend más ferviente agradecimiento á todos aquellos que contribuyeron y contribuyen al desarrollo de esta obra, con sus donativos y trabajos de diversa especie. deber de cortesia, si no me apre- Y faltaría á un primordia surase á extender ese agradecimiento á tantas ilustres personali- dades como nos honran con su presencia. No molestaré la atención del ilustrado auditorio -con un estu- dio prolijo de la idiosincrasia vascongada:—me limitaré á decir que el pueblo vasco, tan viejo en la historia de la civilización, es quizá el pueblo que más directamente se significa por su pro- pensión institucional, corporativa y legislativa. Sin embargo, ahí tenéis un pueblo que ha sido bien parco en expresarse, en escribir y vocear las libres y nobles iniciativas de su sabia legislación. Como pueblo autóctono y celoso de su independencia, el pueblo vasco ha velado siempre por conservar incólumes sus principios fundamentales. Estos principios podrian reducirse á los términos manifiestos: la independencia y la personalidad individual, y la independencia del grupo étnico, ó sea la raza. Por conservar ambas indepen- dencias, que se complementan y ayudan entre si, el vasco ha lu- chado en toda hora con las armas marciales unas veces, y siem- pre con la obstinación de una idea tenaz, fija é incontrovertible. Como piedra angular de sus instituciones politicas, el vasco se ha esmerado en cultivar y robustecer la idea familiar. La familia no es para el vasco una simple idea sentimental ni tampoco un bien egoista y transitorio: es la base de su historia, la razón de ser de su vida como pueblo libre y respetado. Está en el vasco asociada á la idea de familia, la otra idea de la permanencia de la raza. La familia y la propiedad se confunden 1 en un mismo espíritu, y de esa manera el vasco, dandose el nombre de “echeco-jauna”, se considera, en efecto, no solo señor de su casa y su heredad, de sus árboles y de sus hijos, sino además dueño espiritual del suelo de su patria, sustentador de las tra-

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