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París.—El gobernador de París, regen- te del Rey de Inglaterra Belforts, no pu- diendo ya sostenerse. despues de haber ordenado la defensa de la ciudad y hecho repetir á los nobles el juramento de fideli- dad, se apresuró á tomar el camino de Nor- mandia. Juana, habiendo preparado todo para el asalto, comprendió que era necesa- rio el socorro del ejército real. El Rey se decidió por fin, y el 7 de Agosto llegó á San Dionisio. Los parisienses á quienes se les había hecho creer que el Rey, tomada la ciudad, la mandaría arrasar por comple- to, estaban decididos á defender á los ene- migos opresores de Francia Ordenó Jua- na el asallo, y llevó á los soldados más le- jos de lo que los jefes habían decidido; esto es, hasta lo alto de una colina que hoy, forma parte de la ciudad, conservan- do el nombre de «terreno de los molinos». Con su estandarte en la mano, y á pesar de la lluvia de proyectiles de los sitiados, se lanzó con los más valientes, á los fosos. Ha- bía vencido el primer obstáculo, y que- riendo asegurarse con el mango de su es- tandarte de la profundidad de las aguas de otro foso, á fin de encontrar un vado para sus soldados, una flecha la hizo caer, hiriéndola en una pierna. Manda cubrir el foso, dá orden de con- tinuar el asalto, promete la victoria, y su
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