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dos su retirada; el Rey llevado á Reims con un ejército sin artillería y en pleno país enemigo; todas las ciudades rindién- dose sin perdimiento de sangre, tal era la obra que acababa de realizarse. Era la obra de la Doncella; un político consumado no hubiera conducido mejor las cosas á su cabal fin, como ésta ignoran- te, según se decía, pero que repetía sin ce- sar: «Dios me ha conducido; Dios lo ha he- cho todo. El Rey. dominado por La Tremoille que en sus miserables cálculos continuaba arruinando la autoridad y el crédito de Juana, empezó á fiarse demasiado de las combinaciones interesadas de su favorilo, desoyendo los consejos de la enviada de Dios, que, á la verdad, le había dado lan- tas pruebas de su misión celestial «(Que se tenga cuidado, había escrito el célebre doctor de la Universidad, Gersón; que se tenga cuidado de no hacer inútil por incredulidad ó ingratitud el socorro divino que se ha manifestado tan milagro- samente», y sin embargo, esto fué lo que se empezó á hacer. En la dirección general de las operacio- nes militares, se obró sin consultar ya con Juana de Arco, á quien sus Voces conti- nuaban hablando; (1) y contrariando elcon- (1) Hay quien afirma que después de la corona
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