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Una decisión.—Troyes. sin embargo, se negaba á abrirles las puertas y los sol- dados empezaban á sentir hambre. El Rey con su Consejo había decidido volver atrás. pero alguien mas cuerdo se aventuró á decir: «me parece que se debía consultar á la Doncella. puesto que hemos venido aquí por su mandado». Los conse- jeros se miraban para preguntarse lo que se debía hacer, cuando de pronto se abrió la puerta. Era Juana que avisada por sus Voces, se presentaba de improviso. El Rey y su Consejo le preguntaron qué pensaba ella. ¿Creereis en mis palabras?» dijo Juana al Rey. —«Eso, depende... res- pondió éste. —«¿Seré creída?» volvió á de- cir la inspirada.—<Sí,» dijo por fin el Rey. según lo que digais.— «Pues bien, noble Delfín, no celebreis tan largos Consejos; ordenad que nuestros soldados sitien á Troyes, y en nombre de Dios os digo que antes de tres días. entrareis en la ciudad de grado ó por fuerza.»—«Esperaríamos con gusto seis dias, dijo el canciller con aire dudoso, si estuviéramos seguros de lo que decís». ¿No había ya probado bastante que se podían fiar de ella? Juana sulre menos por ella que por sus Voces, y mirando fijamen- te al Monarca: «no dudeis más. le dijo, os
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