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Terminada la batalla, Juana tan guerre- ra como cristiana, se dedicó á prodigarse caritativa entre ingleses y franceses, pres- tando sus cuidados á todos los que sufrían, como verdadera hermana de la caridad. Un soldado que conducía los prisioneros dió un golpe tan violento á uno de estos que cayó sin conocimiento. Juana se bajó del caballo, reanimó y consoló dulcemente al desgraciado, y como estuviese mortal- mente herido, consiguió que se confesase sosteniéndole ella misma mientras se le ad- ministraban los Sacramentos.