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= Ue yo, no tomando parte en la guerra que sal- vaba á la nación. Con motivo de la riñacon el condestable, el Rey había prohibido terminantemente recibir á Richemont. «Si el ejército acepta á Richemont, declaró el duque de Alencon, me veré obligado á retirarme.» «¿Cómo? le contestó, ¿nos anuncian que tenemos que combatir á dos ejércitos ingleses y recha- zais uno francés? ¿No es este el momento de ayudarse?» Añadió para tranquilidad del duque, que ella misma pediría al Rey su conformidad; y el condestable fué ad- mitido después de haber jurado fidelidad. «Si sois de Dios, había dicho el noble bre- tón presentándose á Juana, no os temo, por que yo se la rectitud de mi voluntad; y si sois del diablo aún os temo menos». «Sed bien venido, le contestó Juana; no os he mandado llamar, pero sed bien venido.» Los ingleses habían avanzado para la batalla y desafiaban á los franceses. Juana les respondió que se fueran á acostar por que era muy tarde; pero mañana, añadió, con la ayuda de Dios y de la Virgen, nos veremos mas de cerca». Huída.—En efecto, á la mañana si-, guiente ordenó ir contralos ingleses. Estos se habían retirado para atacar mejor en otro sitio; pero sabiendo el mal estado en que se hallaba una de sus posiciones de

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