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— 60 — por el cielo en un golpe de vista militar se volvió hacia el duque de Alencón y le gritó: «Ponéos á un lado duque, de otro modo aquella máquina va á mataros» y le señaló un cañón enemigo que un in- glés acababa de encender. Apenas tuvo tiempo el duque de librarse del riesgo que corría; pero el señor de Ludre ignorante del peligro, se puso en su sitio y una bala atravesó su cabeza. Suspe ndióse el comba- te durante la noche y se quedaron guar- dando las posiciones conquistadas. Nueva victoria.—Al día siguiente se reanudó la campaña y el ataque general: los ingleses se defendían furiosamente; pe- ro su jefe Suffolth previendo la suerte quiso parlamentar. Juana le concedió que se fuera con sus hombres desarmados; más como lo rehusase el inglés, ordenó el asal- to. «¡Adelante noble duque, al asalto! gritó al de Alencon». Este vaciló y entonces Jua- na tomando un tono familiar de voz le di- jo: «Al menos no tengas miedo duque, ¿sa- bes que he prometido á ta mujer que vol- verías sano y salvo? El combate empezó te- rriblemente. Juana con su estandarte en la mano se precipitó sobre el enemigo; pero una enorme piedra cae sobre su casco y aturdida cae también á impulsos del golpe recibido; más enseguida se levanta y grita á los soldados: «¡Adelante amigos míos, 5

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