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Loire. Entonces, y á pesar de las negati- vas de la guerrera, le concedió el Rey por cartas patentes, el escudo de armas que ]lle- vó en adelante la familia de Juana de Ar- co; el escudo de Francia, en el que se vé la corona real sostenida por una espada. Era el 11 de Junio. y el ejército francés compuesto de 8.000 hombres, á las órde- nes de Juana, se puso en camino para Jar- geau, donde se hallaban los ingleses. Al- gunos franceses avanzaron demasiado sin consultar con Juana, y el general inglés Suffolts, los rechazó en una vigorosa sa- lida. Avisada la Doncella, organizó ensegui- da sus huestes, «Confianza y valor» les gritó, y fué tan bien dirigido el combate, que los enemigos de Francia fueron re- chazados, apoderándose los franceses de los arrabales de la ciudad. Noticiosos sin embargo, de que otro ejército, al mando del general Talstof avanzaba sobre ellos, el temor hizo presa en los franceses y sus jefes se dividieron de nuevo. Juana, siempre serena, tranquilizó los espíritus, levantó los ánimos acobardados y devolvió á sus tropas el coraje gritando: «Atacad sin temor, Dios nos guía. ¿Cree- reis que no preferiría guardar los rebaños de mi padre á exponerme á tantos peli- gros?» Ya en pleno combate, iluminada

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