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= Y — en la mano. Todos aquellos soldados entra- ron en la ciudad sin que losenemigos. due- ños de las posiciones y vencedores en toda línea les molestasen. Helados de espanto, á pesar de su superioridad numérica, no tu- vieron valor para oponerse á tan pequeño ejército, que los desafiaba arrogantemente hasta en sus emboscadas. Primera obligación.—Ya de día, Du- nois fué 4 prevenir á Juana. que un gene- ral inglés, Jalstoff, llegaba con soldados y víveres para reforzar á los sitiadores de la ciudad. «Bastardo, Bastardo, díjole Juana riendo, llamándole así según la costumbre del tiempo; te mando que me avises cuan- do Jalstoff llegue, porque si pasa sin que yo le vea, mandaré que te corten la cabe- za.» «Estad tranquila Juana, le respondió Dunois. sereis avisada á tiempo.» Sin em- bargo el comandante le ocultaba la reso lución que había tomado con su Consejo de empezar enseguida una primera acción contra los ingleses. El contaba con el entu- siasmo que Juana había comunicado al pueblo y á las tropas y quería servirse co- mo de elemento de victoria, sin el cuál na- da se podía conseguir. Más, quizá, por no verse obligado á reconocer que el éxito se debía á Juana, prefería dirigir él mismo el combate en unión de los demás jefes. atri- buyéndose así propio el mérito de las ope-
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