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cidir por sí solo en un asunto tan grave y para que todo el pueblo francés diera su parecer sobre el caso, resolvió consultar á la Universidad y el Parlamento, las dos re- presentaciones nacionales que se hallaban entonces en Poitiers. Pusiéronse en camino el lunes de Pascua 28 de Marzo de 1429, y Juana á quien solo en el viaje le revelaron el objeto, exclamo: «¡Oh. si que tengo mucho que hacer en Poitiers, pero en nombre de Dios vamos allá con confianza!» Durante todo el tiem- po de su estancia en Poitiers se hospedó en una casa que llamaban «Hotel de la Ro- sa», perteneciente á un tal Juan Rabatean honrado magistrado. La Comisión exami- nadora comprendía bajo la presidencia del Canciller del Rey, á algunos sabios, cele- bres profesores y cierto número de señores y oficiales. Durante trece días consecutivos tuvo que sufrir la joven heroína toda clase de inte- rrogatorios, á los cuales respondía con tan- ta calma, gracia y sabiduría que los docto- res estaban maravillados de encontrar tan buen sentido y sangre fría en una simple labradora. «Pero si Dios quiere libertar á Francia, objetó uno de ellos llamado Guillermo Ay- mery, no tiene necesidad de soldados.> «Dios mío, replicó Juana de Arco, los

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