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A duque de Alencón, dijo el monarca.» «Sed bien venido noble duque respondió Jua- na, nunca habrá demasiada sangre real y las cosas irán para mejor.» El duque de Alencón salió encantado y entusiasmado de esta primera visita Ó encuentro, y fué despues el protector y compañero de ar- mas de Juana de Arco. No fué así La Tremoille. personaje in- fluyente en el Consejo real, hombre egois- ta, ambicioso y perverso, capáz como tan- tos otros políticos, de sacrificar el interés de todos á su propio interós pequeño y mezquino. Vió en Juana de Arco un obs- táculo para la realización de sus designios, de apoderarse del ánimo del Rey y hacerle servir con todas las fuerzas vivas de la na- ción para orgullo suyo y para sus desenca- denadas y abyectas pasiones; por eso co- menzó á oponerse por todos los medios que estaban á su alcance á la obra de Juana de Arco. Por su parte Juana no dejaba de recor- dar al Rey su deber. «Sin duda, díjole ella un día hablando de la libertad de Orleans, seré herida con un dardo durante la bata- lla, pero no moriré y en el verano llevaré al Rey á Reims.» En efecto, esta doble predicción se eum- plió exactamente. Una consulta.—El Rey no quería de-

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