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— LY — Juana le declaró artes de que el Delfín hablase de esto que era el verdadero he- redero del trono. «Mi Señor os dice: sois el verdadero heredero de Francia é hijo del Rey.» Con esto aquella extrema y continua ansiedad solo conocida por Dios se había calmado. Juana le recordó oportunamente que una noche en medio de su dolor había exclamado: «¡Oh Dios mio. si estoy en mi derecho en las guerras que hago. venid en mi socorro! Le reveló tambien otra oración que el propio Delfín dirigía al Señor. «Si soy ver- daderamente el descendiente de la casa de Francia y heredero de su reino, guardadle, Señor. en mi poder y defendedle. Al me- nos que escape de la muerte y del cautive : rio y encuentre un refugio en España Ó Escocia.» Juana se hallaba transfigurada y el Rey no podía contener las lágrimas. « Continuad Juana, dijo este.» «Príncipe, si os digo las tres peticiones que habeis hecho á Dios en la fiesta de todos los Santos ¿creereis que es Dios mismo quien me envia? preguntó la Doncella.» «Sí, respondió el Rey convencido al fin.» «Pues bien, Señor, habeis pedido á Dios no sentir el valor de continuar la guerra si no erais el heredero legítimo del trono de Francia. Le habeis pedido también que
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