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— 4d — de la Iglesia y que la llamaba por su nom- bre: «Juanita, Juanita». Se vuelve hacia la Iglesia y se vé rodea- da de una gran claridad, á cuyo resplan- dor se iba acostumbrando poco á poco. Distingue un personaje rodeado de una legión de seres aéreos que la miran tier- namente. La aparición repite: «¡Juanita. Juanita,! sé buena y piadosa; ama á Dios, ven á me- nudo á la Iglesia La niña tuvo al pronto miedo y cayó de rodillas; pero enseguida se apoderó de ella otro sentimiento celestial de dulzura y fortaleza. Y á fin de estar siempre libre para res- ponder á la voz del cielo, renunció á todo lo que podía encadenarla á las criaturas, consagrándose enteramente á Dios con vo- to de virginidad perpétua. Cuando Juani- ta se levantó todo había desaparecido. has apariciones.—La aparición se re- pitió por segunda y tercera vez, dándole á conocer que eran los ángeles del cielo y el personaje que vió como mandando á los otros le dijo un día: «Yo soy Miguel el pro- tector de Francia. Juana se inclinó profundamente. Hay gran piedad en el reino de Fran- cia, añadió el Arcangel.» Juana había oído hablar alguna vez de lo que pasaba en
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