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no lo encontraba les cedía su propio lecho con el consentimiento de sus buenos y cris- tianos padres, pasando ella la noche senta- da en el hogar. Todos los días se dedicaba á los trabajos de familia; ayudaba á su madre en los quehaceres de la casa, sabía coser é hilar como la primera obrera de Francia y va- liente y fuerte iba al campo á laborar con su padre y á aguardar los rebaños. Los domingos y dias de fiesta se mezcla- ba en los divertimientos y paseos de la ju- ventud de Domrémy. Había á la sazón en el campo, junto á una fuente una grande hoya de una belle- za maravillosa. Era el lugar de reunión en las fiestas, y Juana iba allí con sus amigas á bailar y cantar alegre y honradamente, un domingo cada año, con una comida de campo que se tomaba sobre la verde yerba. Hacíalo así porque no quería distinguir- se de los demás; pero no faltaba quien Y jese que apesar de eso en el trabajo, la piedad y la virtud nc había otra joven se- mejante en toda la parroquia. Una voz.—Juanita tenía entonces doce años; era á ias gp de 1424, Un día guar- daba las ovejas de la casa en un pr ado y se encaminaba ya al hogar paterno cuando al llegar al jardin y arrodillarse para rezar el Angelus, oyó de pronto una voz que venía Ñ É K E E 5 b p
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