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sus fuerzas exclamó: «Soy cristiana, he sido bautizada y moriré como una cristiana.» No pudiendo pues conseguir los Juces lo que deseaban la abandonaron en su pri- sión. Había llegado la época en que los bron- ces sonoros de los templos anunciaban las alegres fiestas de Pascua tocando el Alelu- ya para todas las almas; pero nuestra bio- grafiada sintió más que nunca su soledad y sus privaciones. Durante todo el tiempo de su prisión y de su proceso, apenas la permitieron detenerse un momento para rezar á la puerta de un Santuario, si bien su alma estaba siempre unida con Dios y dispuesta á cumplir exactamente en todo su santa voluntad. El tormento.—Esperábanla nuevas y más dolorosas pruebas. Sino os sometéis, le dijo el Juez que- riendo con esto hacerla renegar de su ca- racter de enviada, incurriréis en la pena de fuego eterno en cuanto al alma, y de fuego temporal en cuanto al cuerpo por sentencia de los Jueces» Juana por de pronto se asus- tó, pero enseguida recobró su firmeza y di- jo: «No podeis hacer lo que decís contra mi persona sin que algo grave suceda á vues- tra alma y á vuestro cuerpo » (1) (1 “Esta fué una verdadera profecía según Bar-

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