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virtió el carcelero que tuviesen cuidado en Ñ día muy bien aprovechar la ocasión para poner fin á su vida.» Era bara de una manera infame. Cauchón no esperó á que Juana pudiera levantarse, sino que llegándose con aleu- a operación porque «es muy astuta y po- nos asesores á la prisión, requirióla para que se prestase á un sometimiento absolu- to y humilde al dictamen de la Iolesia, re- tractándose de todos sus errores y desva- rios, á fin de salvar á un mismo tiempo su alma y su vida. La pobre enferma tuvo aún fuerzas para dar gracias á su Juez por aquella atención; pero en cuanto á los sen- timientos íntimos selos manifestó diciendo: Me parece por lo mucho que sufro que es- toy en peligro de muerte; me entrego en manos de Dios, pero quisiera al menos re- cibir á mí Señor y ser sepultada en tierra sagrada». Canchón le replicó con vehemen- cia: «Seréis abandonada como á uha infiel sino os sometéis á la Santa Ielesia.» Sobre eso no puedo deciros otra cosa de lo que os he dicho, respondió Juana > Pues, bien, en ese Caso se os tratará como á una paga- na interpuso un a esor» (1)A estas palabras levantó Juana la cabeza y reuniendo todas (1) Sicut saracena dice el proceso (N. del T).
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