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Pudo salvarse á Juana y devolverla á Francia y 4 Carlos VII si la hubieran recla- mado pagando su rescate. El pueblo, el buen pueblo francés, lloró á su libertadora y temió con razón por su suerte. Todos hablaban de la traición con que había sido vendida á su enemigo. El Arzobispo de Embrúm recordó al Rey su deber en aque- llas circunstancias. Se rogó al cielo por la libertad de Juana, y aun se compusieron tres oraciones para rezarlas en las misas que se celebrasen con dicho objeto. Pero ni de parte del Rey ni de parte de los anti- guos compañeros de armas y de victorias de Juana, ni de parte de alguno de los que hubieran podido hacer algo en su favor se notó excitación ni proposición la más lige- ra para salvar á la libertadora del reino. ¡Qué vergiienza y qué misterio de cobar- día Ó de crueldad de parte del Poder y de las autoridades del país!. (1) Vendida.—Otros, en cambio, disputá- banse la posesión de la prisionera pagán- (1) Los historiados copiándose unos á otros arrojan sobre Carlos VII la responsabilidad de no haber sido rescatada Juana. Pero la crítica impar- cial, sin justificar en todo la conducta del Rey ad- vierte que aunque á primera vista parecía cosa sen- cilla, pero que en la práctica ofrecía muchas difi- cultades. Por eso Juana no acusó á Carlos VII de nada de esto. Tal vez en otra ocasión daremos las FEZONOS GUS AOAS SSL mó, (N, del E)
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