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58 EL PROBLEMA RELIGIOSO de aquella altísima manera como están los efectos en las causas, las consecuencias en los principios y los reflejos en la luz. En El estaban juntamente como formas en sus eternos ejemplares la anchura de los mares, la gala de los campos, la armonía de los globos, las pompas del mundo, el esplendor de los astros la magnificencia de los cielos. Allí está la medida, el peso y el número de todas las cosas y todas las cosas salieron de allí con número, peso y medida. Todo lo que vive encuentra en El las leyes de la vida, todo lo que vegeta las leyes de la vege- tación, todo lo que se mueve las leyes del movimien- to todo lo que tiene sentido la ley de las sensacio- nes (1). (1) Dowoso Cortés. Ensayo. (Nota) En lo que respecta a las aseveraciones bíblicas sobre asuntos científicos no se olvide lo que dice San Agustín, «que Dios no se ha propuesto enseñar a los hombres cono- cimientos profanos sin ningún provecho para su salvación». ¡(De Genesis ad Litteram, L. 1, cap. IX, n. 20.) León XIII lo repitió como un axioma en la Encíclica Providentissi- mus... La revelación y la ciencia caminan por órbitas distintas bastante alejadas para prevenir choques; sus objetos pro- pios son valores de orden distinto. El Cardenal Baronio de- cía: «La Escritura nos enseña cómo se va al cielo, no cómo anda este cielo...» Sin embargo, las verdaderas conclusio- nes de la ciencia concuerdan con los verdaderos relatos bí- blicos, Solo los ignorantes explotan hoy el caso de Galileo contra la Iglesia... Galileo fué condenado más bien en nombre de la ciencia que de la teología. Hacía más de se- senta años que Nicolás Copérnico había publicado su obra

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