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56 EL PROBLEMA RELIGIOSO mento es una página brillante con letras de diamante donde a cada paso se lee el nombre de Dios. Linneo en su Introducción a su sistema de la na- turaleza, dice: «Despierto ví pasar un Dios sempi- terno inmenso, omnisciente, omnipotente, y me que- dé asombrado.» Y en su Nemesis Divina, empieza de este modo: «Vive inocentemente... Dios se halla presente...» La idea de Dios, añade Pasteur, es una forma de la idea de lo infinito que está en todos, Voltaire hacía el argumento del reloj, diciendo que como no podía haber reloj sin relojero, tampoco mundo sin Dios. Descartes escribió: «La existencia de la divinidad es más cierta que la de ninguna demostración geo- métrica.» Hirn afirma: «Es la última, la definitiva palabra de la ciencia.» Por eso, el fundador de la astronomía moderna, Copérnico, compuso para sí este epitafio: «No pidó una gracia igual a la de Pablo, ni pido el perdón de Pedro; sólo imploro el perdón que en el madero de la cruz otorgaste al Buen Ladrón, oh Dios mío.» —Entonces, ¿qué diremos de los necios que lo niegan? —Lo que acabáis de decir, que son necios que lo niegan. Detestar de Dios es en cierto modo to- marlo en serio. El odio afirma a Dios, teniendo en cuenta que el hombre «no puede odiar lo que no existe».

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