BCCPAM000R09-1-33000000000000

LA NOCION DE DIOS ANTE LA CIENCIA Y LA FE 35 tos y civilizados. Mas esos sabios nunca lo fueron más que en apariencia. Todos los pueblos grandes o pequeños, civilizados o infantiles, han reconocido a Dios, como argumentaba Cicerón, y lo demostra- ba. Lo mismo el Oriente, inmenso osario de senti- mientos y de ideas, que Grecia cruzando los cami- nos de la historia con su lira en la mano, que Roma guiando el carro de sus triunfos, han tenido dioses, porque no se puede apartar de la mente humana la idea de la Causa primera. ¿Sería sabio afirmar que todos los pueblos su- frieron esa alucinación infantil? -—¿Entonces por qué se empeñan algunos en la negación de Dios? —Advertid que es grande en el hombre el interés de defender sus ideas y sus pasiones... Eso os ex- plicará todo... Hobbes parece que fué quien dijo que si los sabios tuvieran algún interés en ello, dudarían y hasta negarían los mismos principios de Euclides. No es conclusión de ninguna ciencia la negación de la divinidad, ni es de hoy el descu- brimiento de ateos. El hombre ateo, por convenien- cia es viejo... De él habla el salmista David. El dios materia de nuestros incrédulos es una exhuma- ción y parodia doctrinal de muchos siglos atrás... procede de la India, de todas las pasiones, y no del laboratorio... —¿Y qué dicen, pues, los «sabios verdaderos» ? —Leverrier se arrodillaba ante Dios que se pa- seaba entre los astros como un soberano. El firma- La testifica ción de los ver- daderos sabios.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz