BCCPAM000R09-1-33000000000000

ae 32 EL PROBLEMA RELIGIOSO universal y lo que es universal debe ser de sentido común porque nace de la misma condición de la na- turaleza que reconoce un principio de su ser. La ciencia anu —Me ha parecido que me decía usted que la cien- te la causa pri- mera. ALT RCD ANN E ia cia no puede revelarnos a Dios... —No, por vida mía. Digo que la «primera cau- sa» y «el fin de las cosas» no es objeto propio de la ciencia positiva; pero la ciencia a cada paso nos está demostrando la necesidad de Dios... pues sin ad- mitir este postulado no puede dar un paso en la ex- plicación de los efectos que se desarrollan a su vera como objetos de la ciencia. Así, los descubrimientos modernos van inscribiendo en el frontispicio del palacio de la ciencia verdadera la existencia de Dios como un axioma... De modo que la ciencia no se puede desenvolver sin admitir una primera causa. —¿La negación de Dios entonces, negaría la mis- ma ciencia? —la ciencia se halla trabada e impedida sin este reconocimiento. El mundo mismo necesita apoyar- se en ese credo y de hecho, a pesar de las negaciones materialistas; el mundo y la ciencia creen en Dios. Si un viernes aniversario del primer deicidio ha hecho derramar tantas lágrimas, imaginaos, si es po- sible, los males que sobrevendrían tan pronto como se consumara en las conciencias humanas el deicidio doctrinal... Si el primero dió principio a nuestra civilización, el segundo acabaría con ella, ha dicho un sabio. Tal vez tenemos la prueba más cabal de que Dios

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz