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A A q > ria o impar apro reí 280 EL PROBLEMA RELIGIOSO Si por ventura sois de los que han sentido el jú- bilo inexplicable de creer, bendecid a Dios con todo el corazón. La mayor parte de los hombres necesita- mos decir constantemente delante del altar: Credo, Domine, sed adauge fidem meam. Sólo se penetra en la verdad por el camino del amor, dijo Pascal y San Agustín con el alma llena de sabiduría escribió antes: «Amar es ver». No seamos de aquellos que caídos en la incredu- lidad por aquella disminución de vigor mental que causa el escepticismo, quieren vivir sometidos a las torturas terribles del alma; hagamos el esfuerzo in- dispensable para librarnos de ellas... Los escépticos del siglo xvi lo eran con la son- risa en los labios; los del siglo xx solo pueden ser con el llanto en el corazón... Bien se les define di- ciendo que son hombres de «brújula alocada». Cerremos estas humildes y breves páginas con las siguientes palabras de Juan Milton en que retrata su vida de joven: Pongo a Dios por testigo de que he vivido intacto de todo libertinaje y vicio, pues he tenido perpetuamente ante mí el pensamiento de que no me sería posible ocultarme a la vista de Dios (1). Ojalá podamos hallar jóvenes de su ta- (1) Cuando Milton escribió estas palabras era todavía joven de veintitrés años pero había ya publicado: Oda al nacimiento, el sainete Arcades puesto en música por Lawes y Comus otro sainete representado en el castillo de Ludiow, que es un hermoso poema en el que demuestra cómo la vir- tud puede pasar intacta por entre la tentación, etc., etc.

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