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286 EL PROBLEMA RELIGIOSO damental de la época es la falta de sinceridad y que no podemos confiar de los hombres que nos prometen secundarnos. Eso no nos desnuda del deber de procurar que triunfe la verdad y la jus- ticia. —Admito que esa firmeza sea un deber y que el Catolicismo la crea en las conciencias rectas. Mas mi temor es que el mundo moderno reconociendo que la Religión Católica sea la más pura y verdadera, no tolerará que se arrogue el derecho y el deber de proscribir como falsas, las demás religiones. —Es esa una cuestión de táctica que sólo se resuel- ve sobre el terreno de las circunstancias. Aunque el Catolicismo sea la única religión de derecho divino, útil y necesaria para los pueblos, porque por varias razones no arrogarse el derecho que me decís, aco- modándose a las hipótesis sociales. Pero eso no quie- re decir nada sobre la objeción que me hacíais. Las democracias modernas no tienen que temer nada del catolicismo. Norte América, madre moderna de las democracias, lo prueba. Allí no riñen la demo- cracia y el catolicismo, viven respetándose. Por otra parte es evidente que el catolicismo favorece la ten- dencia a la unión de las naciones que hoy prevalece. Léase, por ejemplo, «El testimonio de Cristo y la unidad del mundo cristiano», de Ernesto Naville (1893). La unidad del mundo civil fué constituida por el Catolicismo, y todos los síntomas actuales de la nostalgia de una vida internacional más intensa indican el deseo de volver bajo el árbitro supremo ES oi pe PADEL. E e E e As rm AS OS A Po

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